jueves, 8 de julio de 2010

DATE UN HOMENAJE GASTRONÓMICO V. COCIDO MARAGATO


“De sobrar, que sobre sopa” sería el lema del cocido maragato si lo tuviese, claro. Y es que a diferencia del resto de los cocidos españoles, éste se sirve a la inversa; es el único cocido “invertido” como decía el camarero de la maragatería de Astorga: se sirve primero la carne, después los garbanzos con berza y finalmente la sopa.


Después de una semana de recurridos bocadillos de chorizo, salchichón y otras delicatessen leonesas ya va siendo hora de darse un homenaje gastronómico. El cocido maragato es típico de la comarca de la maragatería (como resulta evidente por su nombre) y una de las comidas casi prohibidas para caminar: sus hasta doce tipos de carne dan una pista del porqué. Tan sólo dos peregrinos tan osados como Joan y yo podríamos ser capaces de desafiarlo cuando en la calle, el mercurio está a punto de entrar en ebullición y lo último que apetece es una comida típica de invierno.




En Astorga, si uno quiere comer un buen cocido, tiene dos opciones: la Maragata II o la Peseta (la cual cuenta también con un afamado restaurante en León). Nos hemos decidido por la Maragata por estar más cerca del albergue, apenas unos 10 metros. Puede no parecer mucho, pero después de haber estado ayunando durante casi un día para semejante festín, tenemos serias dudas que seamos capaces de llegar a la cama al acabar.


“Cocido maragato para dos, ¿no?” nos pregunta el camarero. Después de una entrada así, sabemos que estamos en el sitio correcto. Nadie sería tan rotundo si no fuese la especialidad de la casa.


La primera bandeja, ya asusta. Incluye carnes como la lengua de vaca y morro de cerdo entre sus exquisiteces, todas ellas muy saladas, por cierto. Sólo con eso hubiésemos comido más que suficiente. Al acabar, el camarero bromea: “podéis repetir tantas veces como queráis, sólo decídmelo”. Ha sonado como esas típicas bromas ya preparadas, que día tras día suelta a los peregrinos que pasan por allí; no nos arriesgamos, por si acaso.


Los garbanzos y las verduras vienen después en una bandeja igual de grande. Empiezo ya a tener mareos y ver borroso y por primera vez desde que empecé el viaje, no es por el vino. Como podemos, acabamos con la segunda bandeja y no dejamos ni un garbanzo. Joan me lleva algo de ventaja ya que su ayuno ha sido algo más riguroso que el mío.


El último plato es sencillamente una piscina de sopa con fideos. No me preguntéis como la acabamos, pero lo hicimos. Nos quedó todavía espacio para unas natillas con bizcocho y una queimada para rebajar todo aquello. No pudimos llegar al café, y para que yo no llegue, muy copiosa tiene que haber sido la comida.


Al acabar, bromeo con el camarero sobre un posible servicio de carretillas para llevar a los peregrinos al albergue, nunca había estado tan lleno. A malas penas y gracias a que estaba en el primer piso, llegamos a la habitación donde pasamos el resto de la tarde retorciéndonos intentando digerir la comilona. Delicioso, y sobrar no sobró nada, ni tan siquiera sopa. Eso sí, mejor en invierno.


(foto: Joan, todavía con buen humor, bromea con la bandea de carne. A ver cuanto sonreímos después de las verduras)


LAS AMPOLLAS Y OTROS CONTRATIEMPOS ¿INEVITABLES?


Además de hablar de la etapa del día siguiente, las ampollas son la comidilla de los cafés de los peregrinos y mucho antes de que emprendamos el viaje ya sabemos todos los trucos para prevenirlas y tratarlas. Sin embargo, una cosa es cierta: por mucho que luchemos, es una batalla perdida. Las ampollas acaban acompañándonos durante la mayor parte del camino.

Son pequeños abultamientos en la piel generados por una quemadura, roce o presión. A nosotros sólo nos interesan los dos últimos casos, así que si no eres muy hábil en la cocina y sucede que “te decides” por las primeras, mejor ve a visitar al médico más cercano.



Suelen comenzar como una pequeña molestia, una rozadura; si no se trata convenientemente puede llegar a convertirse en una ampolla que en algunos casos duelen más y en otros ni tan siquiera notaréis que están ahí. Algunas, las pequeñas, las reabsorberá el cuerpo y no plantearán mayores problemas. Si la ampolla es grande, puede llegar a reventarse y generar una herida al quedar la carne sin el recubrimiento de la piel. Esto último es muy doloroso al rozamiento e incluso infectarse y liar una de “agarrate-y-no-te menees” obligándonos en algunos casos a tomar antibióticos y reposar varios días.

Existen gran cantidad de remedios para evitarlas: algunos utilizan polvos de talco para que el pie no sude en exceso, otros deciden ponerse algodones entre los dedos para evitar el roce o incluso se ha extendido entre los peregrinos un complejo sistema de doble calcetín y vaselina del que muy probablemente oigáis hablar en algún albergue. Existen caros ungüentos a base de hierbas, aceite de oliva, vaselina, aloe vera y quien sabe si ahora que está tan de moda, baba de caracol.

No soy un gran amante de complicados remedios, y aunque tengo que reconocer que los polvos de talco funcionan muy bien, prefiero simplemente aplicar vaselina (con moderación, tu pie no es una cucaña) para minimizar el rozamiento, escoger un buen calcetín y ajustar bien la bota. Carmén me recomendó Vicks Vaporub y ha resultado dar incluso mejor resultado que la vaselina: evita el rozamiento a la vez que refresca el pie.

Uno de los mayores errores que se cometen es el de estrenar calzado en el Camino. Es un consejo que se ha repetido millones de veces, y aún así, miles de peregrinos vuelven a dar de bruces con la misma “piedrecita” del tamaño de los Pirineos: no seas uno de ellos. Puede ser que tus pies reacciones bien al cierto calzado nuevo pero es mucho más probable el caso contrario. Las pequeñas molestias iniciales pueden convertirse en pies llenos de ampollas, pérdida de uñas después de un par de etapas o incluso alergia al propio calzado.

Evita cordones muy apretados. El tendón de Aquiles y los tendones del empeine suelen resentirse mucho si hay mucha presión, sobretodo si calzas botas. Ajústalos de forma firme y si aparecen molestias aflójalos, o incluso déjalos sueltos. Cuidado con las uñas. Cortadlas de forma recta. Si el calzado tiene el tamaño correcto, los dedos no deberían golpear la parte frontal en las bajadas, de lo contrario es posible que se creen lesiones en las uñas y lleguen a caer (el dedo meñique es especialmente propenso a sufrir este problema). Las sandalias son imprescindibles. Utilízalas no sólo para evitar enfermedades contagiosas en los baños comunes sino para airear el pie nada más llegar al albergue. Un baño de agua con sal, un poco de crema refrescante y un masaje, hará que vuestro pie se recupere mucho antes.

Puede parecer que evitar las ampollas no sea un tema sencillo, de hecho, la lista de consejos podría prolongarse hasta casi el infinito y podríamos pasar el día dándoles mimos, pero recordad que son los pies los que os van a llevar a Santiago. Dadle el cuidado que se merecen; pocas veces se las habrán visto delante de una empresa de semejante magnitud. Escuchadlos a ellos más que a nadie y llegaréis a Santiago sin problemas, si hacéis oídos sordos… he visto a mucha gente hacer la maleta y no poder acabar el Camino por ponerse metas imposibles. Vosotros escogéis.

En la siguiente entrada, veremos como tratar las ampollas una vez han aparecido y como sufrirlas de la mejor manera posible.

(foto: un peregrino muestra un apósito de silicona cubriendo una ampolla)

miércoles, 7 de julio de 2010

6 ETAPAS CON JOAN, UN NUEVO RUMBO EN EL CAMINO


Los días que anduve con Joan fueron un punto y aparte en el Camino. Podría pasarme horas y horas hablando de las etapas por las áridas leonesas, de la gente maravillosa que conocimos en el camino, de las caras de tontos al vernos los pies llenos de ampollas y de los ungüentos milagrosos con los que las tratábamos, de los copiosos homenajes gastronómicos y de las parcas sopas de estrellitas, de cuando huíamos de serpientes o intentábamos cazar salamandras en los ríos del camino, de cómo fuimos artistas por un día con una cámara y un viejo televisor, de intensas conversaciones y de largos silencios, de las mañanas en las que nos daba igual salir los últimos, parar en cada uno de los bares del recorrido y aún así, llegar como si nada, tan campantes sintiéndonos los reyes del Camino. De las horas tirados en el césped siendo nosotros mismos, completamente libres, allí, en aquel mismo lugar y en aquel mismo instante, sin ataduras, sin obligaciones como si el tiempo se hubiese detenido para nosotros y fuésemos las únicas personas sobre la faz de la Tierra. Fueron días especiales, y como ya he dicho me encantaría hablaros de ellos pero escribirlo sería una pérdida de tiempo.

Os dejo unas cuantas fotos, que dicen mucho más que mil palabras por utilizar la agotadísima cita a la que añado: pero apenas pueden reflejar mínimamente lo que significó compartir el viaje con un amigo como él. Un abrazo y hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

(foto 1: en El Corte Inglés, canjeando vales desayuno para peregrinos)

(foto 2: relajándonos un poco más en la piscina del albergue)


(foto 3: andando por las tórridas tierras palentinas)


(foto 4: jugándonos la vida en bici por las calles de León)


(foto 5: la vida en "40 litros")


(foto 6: Joan saltando a uno de los muchos arroyos del camino. Minutos más tarde se daría cuenta que no era el único que disfrutaba del baño. Versión censurada)

(foto 7: durante 6 días, nos sentimos los reyes del camino)

YA TENGO LA MOCHILA, Y AHORA… ¿CON QUÉ LA LLENO?


Abres el armario y un sudor frío recorre tu cabeza mientras escuchas la cancioncilla del Tetris, aquel juego que revolucionó el mundo del videojuegos donde uno tenía que ir encajando piezas de distintos colores que iban cayendo por la pantalla. Mentalmente intentas embutir todos los bártulos en la mochila pero es imposible, sabes que vas a tener que dejar cosas. Muchas, muchas cosas.


Lo primero que hay que hacer a la hora de “plantear” el equipaje es una lista con las necesidades del recorrido. Digo necesidades porque tienen que ser tratadas como tales. Me explico: “la chaqueta negra que me regaló mi hermana para Navidad” no es una necesidad. Es una solución a una necesidad, primero debemos generalizar y después concretar en cosas tangibles. Chaqueta impermeable puede ser un buen sustituto al caso mencionado antes; prenda de abrigo, iluminación, algo para cortar etc. Son otros ejemplos.


Una vez desarrollada la lista, sólo tendremos que buscar en nuestro armario correspondencias con estas necesidades. Es probable que algunas ítemes cubran más de una (navaja multiusos puede ser un cuchillo, pinzas y tenedor). Hacerlo de esta forma, evitará acarrear con objetos duplicados y llevaremos sólo lo justo; a mi, me ha funcionado siempre a las mil maravillas. Con el tiempo uno aprenderá a hacer la mochila casi con los ojos cerrados, pero tanto si vas al Camino de Santiago como si emprendes un viaje que conlleve un largo periodo de tiempo, una breve planificación inicial es de mucha ayuda.


A continuación detallo una lista con las cosas que considero “indispensables” para el Camino. Como siempre, no os la toméis al pie de la letra, sólo como mera orientación, cada persona debería elaborar su propia lista de acuerdo a sus “necesidades” y evidentemente, a la época del año. Ropa: 2 camisetas, 2 pantalones (que uno fuese desmontable no vendría nada mal), 3 pares de buenos calcetines, 3 piezas de ropa interior, chubasquero, pantalón impermeable, prenda de abrigo incluso en verano (y es que ya lo dice el dicho: en Burgos hay dos estaciones, invierno y la del tren), toalla y sandalias. Para dormir: saco de dormir, tapones (muy importantes si no soportas los ronquidos). Como ya mencioné en la entrada del saco de dormir, podéis traer la esterilla por si las moscas si sois de aquellos que soléis llegar tarde a los albergues o hacéis el último tramo a Santiago. Tengo que decir no obstante, que yo no la he echado de menos ni un día Aseo: esto lo dejo a gusto de cada uno por resultar de lo más personal.



Primero auxilios: no soy médico ni pretendo serlo. No entraré pues a mencionar éste o éste otro medicamento. Diré no obstante, que los dolores musculares son comunes; las picaduras de insectos o plantas y reacciones alérgicas a exposiciones prolongadas al Sol aparecen en algunos peregrinos; es normal encontrarse también con caminantes con síntomas de deshidratación, tendinitis y ampollas (muy frecuentes), insolaciones o heridas en general. Traed lo básico con vosotros, el restos siempre podréis conseguirlo en una farmacia o en los botiquines de los albergues.Ocio: nunca viene mal llevar una baraja de cartas, unos dados, un libro o algo de música para las tardes en las que a uno le apetece desconectar o disfrutar de un rato divertido entre amigos.


Miscelánea: cantimplora, una navaja (si incluye tenedor y cuchara, mejor que mejor), linterna (muchas veces tendrás que entrar en la habitación y rebuscar en la mochila a oscuras), un trapo, crema solar, gafas de sol (que probablemente acabarás perdiendo), hilo y aguja (para hacer algún remiendo o curar ampollas), detergente en polvo o una pastilla de jabón lagarto para lavar la ropa, un puñado de pinzas, unas cuentas bolsas de plástico, libro del Camino de Santiago, bastones para andar (1 ó 2). Un par de mosquetones pueden resultar útiles. Yo siempre los llevo y el algún momento los acabo utilizando.


Otros: si os traéis una cámara de fotos no olvidéis un pen-drive para ir volcando todas vuestras fotos, más de uno en el camino se ha quedado sin fotos por no hacer una copia de seguridad. También recomiendo traer algún recuerdo personal que sirva de vínculo a vuestro hogar o a vuestra gente: puede ser desde una foto de la familia, hasta un colgante que os regaló vuestra pareja o ese peluche que tanto significa para vosotros.


Hobbies: si tenéis un hobby, no os lo dejéis en casa. Con esto no quiero decir que si es la vela, os traigáis el barco a cuestas. Bromas a parte, si os gusta hacer pulseras, cocinar, la caligrafía japonesa o la música, guardad un espacio en la mochila para hilos, especias, pinceles o la flauta; no sólo por ser una buena forma de pasar las tardes, sino que además puede ser un muy buen regalo entre peregrinos que recordarán el gesto, por simple que sea, durante mucho tiempo.


Bueno, ya lo tenemos todo sobre la cama perfectamente ordenado, pero hay tantas cosas que no sabemos por donde empezar. Empaquetar la mochila es una cuestión de gustos y las combinaciones son tantas según el tipo y forma de la mochila que empezar a enumerarlas sería una tarea peregrina. Yo suelo enrollar las prendas para aprovechar mejor el espacio de la mochila; dejar el compartimento mayor sólo para ropa; si hay compartimento para saco de dormir, reservarlo para bolsa de aseo, comida u otras misceláneas, y el saco de dormir sujetarlo por fuera a la mochila con una goma elástica.


Organiza la mochila a tu gusto. En las próximas semanas va a ser tu armario, escritorio, botiquín, despensa… llevarás literalmente la casa a cuestas. Sé pulcro y ordenado e invierte ese tiempo extra para que la mochila no sea un desastre el segundo día. Recuerda además que en esta vida siempre hay que viajar ligero. Así que ¿por qué no aplicar esto al Camino de Santiago? Piénsalo dos veces antes de meter algo en la mochila y deja los “por-si-acasos” en casa, una vez te pongas en marcha, será demasiado tarde: GAME OVER.


(foto: después de tres días en Burgos, todavía no se como fui capaz de volver a hacer la mochila)

DATE UN HOMENAJE GASTRONÓMICO IV. LECHAZO ASADO


“No hay mejor sitio en Sahagún para comer el lechazo asado que en Casa Luis ”, nos comenta la hospitalera del albergue municipal. Una voz que baja andando por las escaleras lo confirma, aunque tiene sus dudas sobre la calidad del servicio. Después de habernos instalado, nos hemos dirigido a la plaza Mayor donde se encuentra el conocido mesón.

Para el lechazo no es necesario reservar, pero si es conveniente avisar con antelación para que vayan preparando las raciones. El cocinado es un proceso lento y tienen que precocinarlo antes para que no tarde más de 20 minutos en ser servido. De otra manera, pasaríamos horas allí hasta que llegase a la mesa. Es uno de los platos castellanos más sencillos y típicos que se basa en la buena calidad de la materia prima y en su asado en horno de leña simplemente con agua, sal y en ocasiones, manteca. Son ovejas de menos de un mes y se sacrifican cuando tiene un peso aproximado de 10 Kg.


Para ir abriendo boca, además de un par de banderillas y cervezas, hemos pedido un entrante de puerros, muy típicos de la zona. Van rellenos con una bechamel de marisco y recubiertos con una espesa salsa de tomate. Delicioso, aunque si en vez de puerro hubiese sido cualquier otra cosa uno no hubiesemos notado la diferencia: el suave sabor a puerro pasaba casi desapercibido.

El olor a carne y grasa tostada llega antes a la mesa que la gigantesca bandeja con el lechazo. Viene presentado en una cazuela de barro y aderezado con patatas. Las expectativas no fallan y aunque hemos tenido algún que otro problema para acabar con él (la cazuela parece no tener fondo) apenas hemos dejado un par de huesos.

Un par de cafés, un poco de fútbol y una buena siesta han puesto la guinda a la tarde. La experiencia en el restaurante Luis ha sido fantástica y el servicio, de los mejores que recuerdo. Si pasáis por Sahagún es una cita casi obligada, si además lo compartís con un amigo como Joan mucho mejor.

(foto: el lechazo asado ha sido el mejor homenaje gastronómico hasta la fecha)

domingo, 27 de junio de 2010

ETAPA 17. DE CARRIÓN DE LOS CONDES A LÉDIGOS


[…] Joan ha llegado algo más temprano de lo que había esperado, y antes de las 9 ya me estaba sonando el teléfono. Cinco minutos más tarde me encontraba con él en la plaza de Santa María, junto al albergue. Después de la charla de rigor sobre el viaje, el clima y el Camino, nos hemos puesto en marcha. Desgraciadamente, lo que iba a ser mi primer día como hospitalero, se ha quedado en un par de horas en las que no he podido más que asistir como oyente a los Salmos de Laudes y adecentar la cocina para los nuevos peregrinos, mi training tendrá que esperar algo más.

En la puerta me esperan las hermanas María Isabel y Amaya. Marlene, que está arriba limpiando los dormitorios, baja como un rayo cuando Amaya le informa de nuestra marcha. “Vamos Marlene, que se van los chicos”, anuncia mientras la otra hermana baja a toda prisa con el séquito de hospitaleras. La despedida ha sido muy emotiva aunque confusa por desconocer el protocolo para despedirse de una monja; para no variar he dado un fuerte abrazo (nunca falla), algo que después haría que mi abuela se echase las manos a la cabeza al contárselo por teléfono: a una monja se le besa la mano. “Ven a visitarnos al convento alguna vez, siempre serás bienvenido”, me dice María Isabel ya en la puerta. “Además, el nombramiento de Marlene es en agosto y nos encantaría que estuvieses”. A la salida hemos pasado por la panadería de la plaza y nos hemos aprovisionado con unos amarguillos, dulce típico de la zona a base de almendras poniendo acto seguido rumbo a Lédigos, a unos 23 Km […]

[…] Caminando por el pueblo (Lédigos), hemos llegado a un corral de ganado donde un grupo de unas 20 vacas esperan para ser ordeñadas. Una de ellas, marcada con el número 7777, a la que Juan, el propietario, llama cariñosamente “mi amiga” se acerca a nosotros hasta detenerse junto a la valla. “No les pongo nombres, las nombro por sus números. Todo está en las fichas del veterinario, aunque tengo que reconocer que a ésta le tengo cariño”. Juan lleva dedicándose al negocio de las vacas durante toda su vida a pesar de lo duro que resulta. “Cuando tienes vacas, no puedes tomarte días de vacaciones. No puedes decirles: hoy no produzcáis leche que quiero pasar unos días fuera. Hay que ordeñarlas un par de veces al día, por la mañana y al caer la tarde y además es recomendable hacerlo siempre a la misma hora”.


Mientras va hablando, hace pasar a la primera tanda de vacas a la zona de ordeñado, donde una a una conecta las bombas de succión a las ubres después de haberlas desinfectado con un líquido amarillento. “Hace tiempo que el método tradicional pasó a mejor vida. Con las bombas, no sólo podemos obtener la leche más rápido y en más cantidad (entre 40 y 50 litros por vaca y día) sino de forma mucho más limpia”. La leche pasa de las bombas por unos tubos de plástico hasta un filtro y después a una sala contigua donde la leche se mantiene a temperatura constante en un contenedor metálico.


Asun, la mujer de Juan, llega a ayudar a ordeñar la segunda tanda. Es una mujer bajita y con cara risueña a la que parece que no le ha sorprendido que estemos allí. “Vienen peregrinos constantemente. Si cobrásemos la entrada seríamos millonarios”, bromea. Sin embargo, cuando le preguntamos acerca del negocio, se pone algo más seria: “hace tiempo que eso de criar vacas no resulta rentable. Los precios de la carne y la leche cada vez se pagan peor y los que se llevan la tajada son los intermediarios. Es ridículo que se venda una leche de una calidad tan mala a los precios a los que se está vendiendo”, a lo que Juan añade: “Son las grandes empresas las que se llenan los bolsillos mientras que nosotros apenas llegamos a final de mes”.

Cuando finalmente hemos decidido marcharnos, Juan ha insistido en darnos una botella de leche para que probemos “la auténtica leche de vaca y no esas porquerías adulteradas de los supermercados”.


[…] De vuelta al albergue, cenamos con Daniela, la noche ha acabado de comenzar y el vino nos acompañará durante la mayor parte de ella.

(foto 1: la entrada a Lédigos nos da una de las mejores instantaneas de la etapa con la iglesia de fondo)
(foto 2: Juan le explica a Joan el proceso de extracción de la leche)
(foto 3: Al final de la noche, tomamos vino con Daniela hasta que nos echan del bar)

ETAPA 16. DE FRÓMISTA A CARRIÓN DE LOS CONDES


Podríamos decir que Carrión de Los Condes es, comparado con la mayoría de los pueblos que uno cruza en el Camino, una ciudad en toda regla. Tiene todo el encanto de las pequeñas aldeas pero no le falta de nada: supermercados, peluquerías, biblioteca, bares, muchos bares e incluso una pequeña plaza de toros. El río Carrión lo delimita al oeste donde atraviesa un bosquecito de álamos junto al Monasterio de San Zoilo. El peregrino puede acercarse hasta allí y visitar su bonito claustro, la capilla o el museo sobre el Camino de Santiago.


[…] He llegado completamente empapado al albergue parroquial de Santa María. La hermana María Isabel me ofrece una infusión de hierbas con miel mientras me sella la credencial, me explica las normas del albergue e indica donde está cada cosa. Algo más tarde llegan Brian, Justin, Barbara y Rosa, con quienes he andado gran parte del trayecto. La cara de Brian es un poema: el poncho que había conseguido por un par de euros ha resultado ser poco más que una bolsa de basura con agujeros para los brazos y a cabeza. Al cruzar las miradas no podemos evitar echarnos a reír ante la atónita mirada del resto […]

[…] La cocina del albergue es de las mejores que he visto desde que empecé y recuerda mucho a la de una casa ordinaria; hace que me sienta con ganas de cocinar. Así que he cogido la mochila y me he pasado por el supermercado y la carnicería a ver que podía encontrar. He comprado un conejo que pienso hacer con tomate y lo necesario para hacer unas cuantas tortillas de patatas. Lo que ha empezado siendo una comida para cuatro personas, se ha convertido en comida para medio albergue y desde entonces he sido nombrado chef del Camino. Tengo que reconocer que el conejo con tomate ha quedado a la altura del de mi abuela y las tortillas, teniendo en cuenta las cutre-sartenes que he utilizado para cocinarlas, de sobresaliente […]


[…] He pasado el resto de la tarde hablando con las hermanas, sobre sus vidas, la vida en el albergue y en el convento, cantando, conversando con otros peregrinos y haciendo mis pinitos como traductor. Les he comentado que Joan, un gran amigo de la infancia llega al día siguiente para andar conmigo el Camino durante una semana. Tiene previsto llegar sobre las 14, así que me han ofrecido quedarme esa mañana como hospitalero ayudándoles a arreglar el albergue. Mi respuesta ha sido tan rotunda y contundente que creo que han llegado hasta a dudar, no sea que le coja el gustillo y decida quedarme una larga temporada.

(foto 1: claustro de San Zoilo)
(foto 2: preparando la cena)

viernes, 25 de junio de 2010

SANTIAGO EL MAYOR


De pequeño no quise estudiar religión. Existía la opción de estudiar aquella asignatura llamada ética. Nunca supe de que iba eso, sólo el nombre ya me ponía los pelos de punta. Es posible que sea por eso por lo que desconocía el porqué del nombre de la ruta Jacobea.

Jacob, Jacobo, Sant-Yago, Diego, Jaime en España, Saint-Jacques en Francia, James o Jake en Inglaterra son sólo algunas de las formas que puede tomar el nombre de Santiago. Algunos derivados del hebreo Yaakov, otros debido a transformaciones léxicas como el de Diego. Fue hijo de Zabedeo, un pescador del mar de Galilea y Salomé y predicó en España durante toda su vida apostólica, convirtiendo a menos fieles de los que le hubiese gustado: en Zaragoza, donde gozó de más éxito, sólo ocho.

Cuentan los relatos, que cuando la Virgen María vió que su muerte se acercaba pidió a Jesucristo morir rodeada de todos los apóstoles. Dado que éstos se encontraban repartidos por el mundo predicando, Jesucristo hizo que fuese la misma Virgen la que se presentase en forma milagrosa ante todos para que iniciasen su retorno a Jerusalén.


Que la Virgen le pidiese a los apóstoles volver a Tierra Santa en aquel entonces, fue sentenciarlos a muerte. Aún así, accedieron. Santiago no tardó en ser apresado y decapitado en el Monte Calvario hacia el año 44 d.C. Se dice que sus discípulos habrían llevado su cuerpo en barco desde Judea nuevamente hasta tierras gallegas donde fue enterrado. Después de esto la tumba del Apóstol quedó en el olvido durante siglos.

No se sabe a con certeza cuando fueron descubiertos los restos del apóstol, pero existe referencia a ella por primera vez en el documento de La Concordia de Antealtares firmado en 1077, un documento que relata los rifirrafes de un abad y un obispo. Fue un anacoreta llamado Pelayo, quien creyendo ver en el fuego fatuo cientos de diminutas luces hayó el cuerpo del santo (que después darían nombre a la ciudad: campus stellae o campo de estrellas). Otros dicen que las estrellas de la Vía Láctea le marcaron el camino. Allí se erigió la catedral en honor al Santo, que no es poco, convirtiéndose en uno de los puntos más importantes de peregrinaje de la cristiandad.

(foto: imagen de Santiago peregrino)

ETAPA 14. DE BURGOS A CONVENTO DE SAN ANTÓN

[…] Después de haber dejado a Lucía en Hontanas, un pueblo a unos 30 kilómetros de Burgos, he decidido continuar solo mi camino y el grupo con el que he estado andando durante casi una semana, ha quedado disuelto por completo. Me encuentro con ganas de seguir andando; mis rodillas están mejor después de haberse quejado durante el cruce de Los Montes de Oca y un par de rozaduras que tenía en el arco del pie han desaparecido como por arte de magia, ni una ampolla por el momento. […]


[…] Por primera vez en mucho tiempo, ando con el Sol de cara. La tarde va cayendo y atravieso una vez más interminables campos de trigo salpicados de rojas amapolas: andar por la tarde es una experiencia extraña después de llevar andando a primera hora del día durante casi tres semanas. Es raro cruzarse con algún peregrino e incluso al cruzarse con algún aldeano. Ha pasado más de una hora hasta que he visto un coche a lo lejos; he caminado solo y me he sentido como tal, pero podría haber andado con cien personas más y me hubiese sentido igual. No ha sido algo fortuito, sencillamente lo he escogido así.

A unos 6 kilómetros de Castrojeriz el camino se hace uno con la carretera y se anda a la sombra de dos largas hileras de álamos. Ensimismado por la música de mi reproductor y sin apenas prestarle la más mínima atención al trazado, he acabado bajo las ruinas del Convento de San Antón, del que apenas quedan las paredes principales, su elaborada portada con innumerables arquivoltas y dos arcos ojivales que se apoyan a ambos lados de la carretera.


Hubiesen sido sólo unas ruinas más del camino, si no fuera porque en ellas se encuentra uno de los albergues con más encanto del Camino. Después de dar una vuelta por el interior y tirar un par de fotos al curioso edificio, he continuado andando, hoy me he propuesto poner a prueba mis piernas. Sin embargo, cuando llevo algo más de 200 metros "algo" me ha dicho que vuelva y pase la noche allí. Después de dudar un momento he dado media vuelta y he marchado con paso firme hasta el monasterio. Todavía no lo sabía, pero aquella noche sería un hito en el Camino y haría que lo viese de una forma completamente diferente [...]

[…] Durante algo más de una hora, he estado hablando con Jose Manuel, el actual hospitalero del lugar. “Llevo mucho tiempo dedicado a esto. La llama del Camino ya no brilla en mi como lo hacía hace años pero sé que el Camino es mi lugar en la vida”. Jose Manuel es un hombre de mediana edad que lleva de en el Camino hasta casi que le alcanza su memoria que como muchos, quedó enamorado por su magia cuando lo anduvo por primera vez. “Ya hace mucho tiempo de eso”, continua. “Siempre quise saber como era el otro lado del Camino y así empezó todo”, se detiene un momento y después de sonreírme, prosigue: “no tienes mal inglés, eso ayuda mucho, deberías probarlo tú también”.

La conversación prosigue y los temas van surgiendo uno detrás de otro, siempre con el telón del Camino de Santiago de fondo. “Hoy es mi último día en este albergue, me voy a pasar una temporada al de Burgos y volveré para Septiembre. Hace mucho frío aquí y me gustaría pasar algún tiempo en la capital”. En ese mismo momento, llega Marcel, el nuevo hospitalero con una bandeja llena de comida para la cena que ha traído de Castrojeriz. [...]


[…] La cena ha sido memorable, Marcel nos ha deleitado con una sabrosísima pasta de macarrones con salchichas Frankfurt. Rosa junto al equipo coreano se han encargado de la ensalada mientras el resto fregaba los platos, ponía la mesa o simplemente hacía hambre mientras fumaba un cigarro sentados afuera. Yo por mi parte, famoso por mi habilidad con el abrelatas, he preparado una ensalada de frutas en almíbar para chuparse los dedos. […]

[…] Hemos estado hasta bien entrada la noche disfrutando de la guitarra con Jose Manuel y Rosa, una peregrina holandesa que canta como los ángeles; hemos hablado de todo un poco, hemos reído como hacía tiempo que no reía hemos creado una conexión a un nivel que no tengo palabras para explicar. Ha sido uno de esos momentos en los que simplemente estás bien contigo mismo, con los demás y con el mundo con el que te rodea: en armonía (esto me haría pensar mucho esa noche). Para acabar, Marcel ha tocado algunas canciones de Maldonado del Camino de Santiago, no puedo imaginar una mejor forma de irme a dormir que escuchando “Sé lo que busco yo”. […]

[…] Me he levantado a las 3 de la mañana después de que las mantas se me cayesen al suelo; hace un frío que nadie diría que estamos en Junio. He asomado tímidamente la cabeza fuera de la habitación y el cielo me ha regalado el momentos más bonito en mucho tiempo. He tenido que volver dentro para coger las gafas y poder contemplar esa nube de color azul que cubría el cielo. No cabía duda: la Vía Láctea cubría la mitad de la bóveda celeste entre millones de estrellas que brillaban como pequeñas luciérnagas.

(foto 1: campos de dorado trigo me acompañan durante gran parte del camino)
(foto 2: restos del antiguo Convento de San Antón)
(foto 3: preparando la cena al son de la guitarra)