jueves, 8 de julio de 2010

DATE UN HOMENAJE GASTRONÓMICO V. COCIDO MARAGATO


“De sobrar, que sobre sopa” sería el lema del cocido maragato si lo tuviese, claro. Y es que a diferencia del resto de los cocidos españoles, éste se sirve a la inversa; es el único cocido “invertido” como decía el camarero de la maragatería de Astorga: se sirve primero la carne, después los garbanzos con berza y finalmente la sopa.


Después de una semana de recurridos bocadillos de chorizo, salchichón y otras delicatessen leonesas ya va siendo hora de darse un homenaje gastronómico. El cocido maragato es típico de la comarca de la maragatería (como resulta evidente por su nombre) y una de las comidas casi prohibidas para caminar: sus hasta doce tipos de carne dan una pista del porqué. Tan sólo dos peregrinos tan osados como Joan y yo podríamos ser capaces de desafiarlo cuando en la calle, el mercurio está a punto de entrar en ebullición y lo último que apetece es una comida típica de invierno.




En Astorga, si uno quiere comer un buen cocido, tiene dos opciones: la Maragata II o la Peseta (la cual cuenta también con un afamado restaurante en León). Nos hemos decidido por la Maragata por estar más cerca del albergue, apenas unos 10 metros. Puede no parecer mucho, pero después de haber estado ayunando durante casi un día para semejante festín, tenemos serias dudas que seamos capaces de llegar a la cama al acabar.


“Cocido maragato para dos, ¿no?” nos pregunta el camarero. Después de una entrada así, sabemos que estamos en el sitio correcto. Nadie sería tan rotundo si no fuese la especialidad de la casa.


La primera bandeja, ya asusta. Incluye carnes como la lengua de vaca y morro de cerdo entre sus exquisiteces, todas ellas muy saladas, por cierto. Sólo con eso hubiésemos comido más que suficiente. Al acabar, el camarero bromea: “podéis repetir tantas veces como queráis, sólo decídmelo”. Ha sonado como esas típicas bromas ya preparadas, que día tras día suelta a los peregrinos que pasan por allí; no nos arriesgamos, por si acaso.


Los garbanzos y las verduras vienen después en una bandeja igual de grande. Empiezo ya a tener mareos y ver borroso y por primera vez desde que empecé el viaje, no es por el vino. Como podemos, acabamos con la segunda bandeja y no dejamos ni un garbanzo. Joan me lleva algo de ventaja ya que su ayuno ha sido algo más riguroso que el mío.


El último plato es sencillamente una piscina de sopa con fideos. No me preguntéis como la acabamos, pero lo hicimos. Nos quedó todavía espacio para unas natillas con bizcocho y una queimada para rebajar todo aquello. No pudimos llegar al café, y para que yo no llegue, muy copiosa tiene que haber sido la comida.


Al acabar, bromeo con el camarero sobre un posible servicio de carretillas para llevar a los peregrinos al albergue, nunca había estado tan lleno. A malas penas y gracias a que estaba en el primer piso, llegamos a la habitación donde pasamos el resto de la tarde retorciéndonos intentando digerir la comilona. Delicioso, y sobrar no sobró nada, ni tan siquiera sopa. Eso sí, mejor en invierno.


(foto: Joan, todavía con buen humor, bromea con la bandea de carne. A ver cuanto sonreímos después de las verduras)


LAS AMPOLLAS Y OTROS CONTRATIEMPOS ¿INEVITABLES?


Además de hablar de la etapa del día siguiente, las ampollas son la comidilla de los cafés de los peregrinos y mucho antes de que emprendamos el viaje ya sabemos todos los trucos para prevenirlas y tratarlas. Sin embargo, una cosa es cierta: por mucho que luchemos, es una batalla perdida. Las ampollas acaban acompañándonos durante la mayor parte del camino.

Son pequeños abultamientos en la piel generados por una quemadura, roce o presión. A nosotros sólo nos interesan los dos últimos casos, así que si no eres muy hábil en la cocina y sucede que “te decides” por las primeras, mejor ve a visitar al médico más cercano.



Suelen comenzar como una pequeña molestia, una rozadura; si no se trata convenientemente puede llegar a convertirse en una ampolla que en algunos casos duelen más y en otros ni tan siquiera notaréis que están ahí. Algunas, las pequeñas, las reabsorberá el cuerpo y no plantearán mayores problemas. Si la ampolla es grande, puede llegar a reventarse y generar una herida al quedar la carne sin el recubrimiento de la piel. Esto último es muy doloroso al rozamiento e incluso infectarse y liar una de “agarrate-y-no-te menees” obligándonos en algunos casos a tomar antibióticos y reposar varios días.

Existen gran cantidad de remedios para evitarlas: algunos utilizan polvos de talco para que el pie no sude en exceso, otros deciden ponerse algodones entre los dedos para evitar el roce o incluso se ha extendido entre los peregrinos un complejo sistema de doble calcetín y vaselina del que muy probablemente oigáis hablar en algún albergue. Existen caros ungüentos a base de hierbas, aceite de oliva, vaselina, aloe vera y quien sabe si ahora que está tan de moda, baba de caracol.

No soy un gran amante de complicados remedios, y aunque tengo que reconocer que los polvos de talco funcionan muy bien, prefiero simplemente aplicar vaselina (con moderación, tu pie no es una cucaña) para minimizar el rozamiento, escoger un buen calcetín y ajustar bien la bota. Carmén me recomendó Vicks Vaporub y ha resultado dar incluso mejor resultado que la vaselina: evita el rozamiento a la vez que refresca el pie.

Uno de los mayores errores que se cometen es el de estrenar calzado en el Camino. Es un consejo que se ha repetido millones de veces, y aún así, miles de peregrinos vuelven a dar de bruces con la misma “piedrecita” del tamaño de los Pirineos: no seas uno de ellos. Puede ser que tus pies reacciones bien al cierto calzado nuevo pero es mucho más probable el caso contrario. Las pequeñas molestias iniciales pueden convertirse en pies llenos de ampollas, pérdida de uñas después de un par de etapas o incluso alergia al propio calzado.

Evita cordones muy apretados. El tendón de Aquiles y los tendones del empeine suelen resentirse mucho si hay mucha presión, sobretodo si calzas botas. Ajústalos de forma firme y si aparecen molestias aflójalos, o incluso déjalos sueltos. Cuidado con las uñas. Cortadlas de forma recta. Si el calzado tiene el tamaño correcto, los dedos no deberían golpear la parte frontal en las bajadas, de lo contrario es posible que se creen lesiones en las uñas y lleguen a caer (el dedo meñique es especialmente propenso a sufrir este problema). Las sandalias son imprescindibles. Utilízalas no sólo para evitar enfermedades contagiosas en los baños comunes sino para airear el pie nada más llegar al albergue. Un baño de agua con sal, un poco de crema refrescante y un masaje, hará que vuestro pie se recupere mucho antes.

Puede parecer que evitar las ampollas no sea un tema sencillo, de hecho, la lista de consejos podría prolongarse hasta casi el infinito y podríamos pasar el día dándoles mimos, pero recordad que son los pies los que os van a llevar a Santiago. Dadle el cuidado que se merecen; pocas veces se las habrán visto delante de una empresa de semejante magnitud. Escuchadlos a ellos más que a nadie y llegaréis a Santiago sin problemas, si hacéis oídos sordos… he visto a mucha gente hacer la maleta y no poder acabar el Camino por ponerse metas imposibles. Vosotros escogéis.

En la siguiente entrada, veremos como tratar las ampollas una vez han aparecido y como sufrirlas de la mejor manera posible.

(foto: un peregrino muestra un apósito de silicona cubriendo una ampolla)

miércoles, 7 de julio de 2010

6 ETAPAS CON JOAN, UN NUEVO RUMBO EN EL CAMINO


Los días que anduve con Joan fueron un punto y aparte en el Camino. Podría pasarme horas y horas hablando de las etapas por las áridas leonesas, de la gente maravillosa que conocimos en el camino, de las caras de tontos al vernos los pies llenos de ampollas y de los ungüentos milagrosos con los que las tratábamos, de los copiosos homenajes gastronómicos y de las parcas sopas de estrellitas, de cuando huíamos de serpientes o intentábamos cazar salamandras en los ríos del camino, de cómo fuimos artistas por un día con una cámara y un viejo televisor, de intensas conversaciones y de largos silencios, de las mañanas en las que nos daba igual salir los últimos, parar en cada uno de los bares del recorrido y aún así, llegar como si nada, tan campantes sintiéndonos los reyes del Camino. De las horas tirados en el césped siendo nosotros mismos, completamente libres, allí, en aquel mismo lugar y en aquel mismo instante, sin ataduras, sin obligaciones como si el tiempo se hubiese detenido para nosotros y fuésemos las únicas personas sobre la faz de la Tierra. Fueron días especiales, y como ya he dicho me encantaría hablaros de ellos pero escribirlo sería una pérdida de tiempo.

Os dejo unas cuantas fotos, que dicen mucho más que mil palabras por utilizar la agotadísima cita a la que añado: pero apenas pueden reflejar mínimamente lo que significó compartir el viaje con un amigo como él. Un abrazo y hasta que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

(foto 1: en El Corte Inglés, canjeando vales desayuno para peregrinos)

(foto 2: relajándonos un poco más en la piscina del albergue)


(foto 3: andando por las tórridas tierras palentinas)


(foto 4: jugándonos la vida en bici por las calles de León)


(foto 5: la vida en "40 litros")


(foto 6: Joan saltando a uno de los muchos arroyos del camino. Minutos más tarde se daría cuenta que no era el único que disfrutaba del baño. Versión censurada)

(foto 7: durante 6 días, nos sentimos los reyes del camino)

YA TENGO LA MOCHILA, Y AHORA… ¿CON QUÉ LA LLENO?


Abres el armario y un sudor frío recorre tu cabeza mientras escuchas la cancioncilla del Tetris, aquel juego que revolucionó el mundo del videojuegos donde uno tenía que ir encajando piezas de distintos colores que iban cayendo por la pantalla. Mentalmente intentas embutir todos los bártulos en la mochila pero es imposible, sabes que vas a tener que dejar cosas. Muchas, muchas cosas.


Lo primero que hay que hacer a la hora de “plantear” el equipaje es una lista con las necesidades del recorrido. Digo necesidades porque tienen que ser tratadas como tales. Me explico: “la chaqueta negra que me regaló mi hermana para Navidad” no es una necesidad. Es una solución a una necesidad, primero debemos generalizar y después concretar en cosas tangibles. Chaqueta impermeable puede ser un buen sustituto al caso mencionado antes; prenda de abrigo, iluminación, algo para cortar etc. Son otros ejemplos.


Una vez desarrollada la lista, sólo tendremos que buscar en nuestro armario correspondencias con estas necesidades. Es probable que algunas ítemes cubran más de una (navaja multiusos puede ser un cuchillo, pinzas y tenedor). Hacerlo de esta forma, evitará acarrear con objetos duplicados y llevaremos sólo lo justo; a mi, me ha funcionado siempre a las mil maravillas. Con el tiempo uno aprenderá a hacer la mochila casi con los ojos cerrados, pero tanto si vas al Camino de Santiago como si emprendes un viaje que conlleve un largo periodo de tiempo, una breve planificación inicial es de mucha ayuda.


A continuación detallo una lista con las cosas que considero “indispensables” para el Camino. Como siempre, no os la toméis al pie de la letra, sólo como mera orientación, cada persona debería elaborar su propia lista de acuerdo a sus “necesidades” y evidentemente, a la época del año. Ropa: 2 camisetas, 2 pantalones (que uno fuese desmontable no vendría nada mal), 3 pares de buenos calcetines, 3 piezas de ropa interior, chubasquero, pantalón impermeable, prenda de abrigo incluso en verano (y es que ya lo dice el dicho: en Burgos hay dos estaciones, invierno y la del tren), toalla y sandalias. Para dormir: saco de dormir, tapones (muy importantes si no soportas los ronquidos). Como ya mencioné en la entrada del saco de dormir, podéis traer la esterilla por si las moscas si sois de aquellos que soléis llegar tarde a los albergues o hacéis el último tramo a Santiago. Tengo que decir no obstante, que yo no la he echado de menos ni un día Aseo: esto lo dejo a gusto de cada uno por resultar de lo más personal.



Primero auxilios: no soy médico ni pretendo serlo. No entraré pues a mencionar éste o éste otro medicamento. Diré no obstante, que los dolores musculares son comunes; las picaduras de insectos o plantas y reacciones alérgicas a exposiciones prolongadas al Sol aparecen en algunos peregrinos; es normal encontrarse también con caminantes con síntomas de deshidratación, tendinitis y ampollas (muy frecuentes), insolaciones o heridas en general. Traed lo básico con vosotros, el restos siempre podréis conseguirlo en una farmacia o en los botiquines de los albergues.Ocio: nunca viene mal llevar una baraja de cartas, unos dados, un libro o algo de música para las tardes en las que a uno le apetece desconectar o disfrutar de un rato divertido entre amigos.


Miscelánea: cantimplora, una navaja (si incluye tenedor y cuchara, mejor que mejor), linterna (muchas veces tendrás que entrar en la habitación y rebuscar en la mochila a oscuras), un trapo, crema solar, gafas de sol (que probablemente acabarás perdiendo), hilo y aguja (para hacer algún remiendo o curar ampollas), detergente en polvo o una pastilla de jabón lagarto para lavar la ropa, un puñado de pinzas, unas cuentas bolsas de plástico, libro del Camino de Santiago, bastones para andar (1 ó 2). Un par de mosquetones pueden resultar útiles. Yo siempre los llevo y el algún momento los acabo utilizando.


Otros: si os traéis una cámara de fotos no olvidéis un pen-drive para ir volcando todas vuestras fotos, más de uno en el camino se ha quedado sin fotos por no hacer una copia de seguridad. También recomiendo traer algún recuerdo personal que sirva de vínculo a vuestro hogar o a vuestra gente: puede ser desde una foto de la familia, hasta un colgante que os regaló vuestra pareja o ese peluche que tanto significa para vosotros.


Hobbies: si tenéis un hobby, no os lo dejéis en casa. Con esto no quiero decir que si es la vela, os traigáis el barco a cuestas. Bromas a parte, si os gusta hacer pulseras, cocinar, la caligrafía japonesa o la música, guardad un espacio en la mochila para hilos, especias, pinceles o la flauta; no sólo por ser una buena forma de pasar las tardes, sino que además puede ser un muy buen regalo entre peregrinos que recordarán el gesto, por simple que sea, durante mucho tiempo.


Bueno, ya lo tenemos todo sobre la cama perfectamente ordenado, pero hay tantas cosas que no sabemos por donde empezar. Empaquetar la mochila es una cuestión de gustos y las combinaciones son tantas según el tipo y forma de la mochila que empezar a enumerarlas sería una tarea peregrina. Yo suelo enrollar las prendas para aprovechar mejor el espacio de la mochila; dejar el compartimento mayor sólo para ropa; si hay compartimento para saco de dormir, reservarlo para bolsa de aseo, comida u otras misceláneas, y el saco de dormir sujetarlo por fuera a la mochila con una goma elástica.


Organiza la mochila a tu gusto. En las próximas semanas va a ser tu armario, escritorio, botiquín, despensa… llevarás literalmente la casa a cuestas. Sé pulcro y ordenado e invierte ese tiempo extra para que la mochila no sea un desastre el segundo día. Recuerda además que en esta vida siempre hay que viajar ligero. Así que ¿por qué no aplicar esto al Camino de Santiago? Piénsalo dos veces antes de meter algo en la mochila y deja los “por-si-acasos” en casa, una vez te pongas en marcha, será demasiado tarde: GAME OVER.


(foto: después de tres días en Burgos, todavía no se como fui capaz de volver a hacer la mochila)

DATE UN HOMENAJE GASTRONÓMICO IV. LECHAZO ASADO


“No hay mejor sitio en Sahagún para comer el lechazo asado que en Casa Luis ”, nos comenta la hospitalera del albergue municipal. Una voz que baja andando por las escaleras lo confirma, aunque tiene sus dudas sobre la calidad del servicio. Después de habernos instalado, nos hemos dirigido a la plaza Mayor donde se encuentra el conocido mesón.

Para el lechazo no es necesario reservar, pero si es conveniente avisar con antelación para que vayan preparando las raciones. El cocinado es un proceso lento y tienen que precocinarlo antes para que no tarde más de 20 minutos en ser servido. De otra manera, pasaríamos horas allí hasta que llegase a la mesa. Es uno de los platos castellanos más sencillos y típicos que se basa en la buena calidad de la materia prima y en su asado en horno de leña simplemente con agua, sal y en ocasiones, manteca. Son ovejas de menos de un mes y se sacrifican cuando tiene un peso aproximado de 10 Kg.


Para ir abriendo boca, además de un par de banderillas y cervezas, hemos pedido un entrante de puerros, muy típicos de la zona. Van rellenos con una bechamel de marisco y recubiertos con una espesa salsa de tomate. Delicioso, aunque si en vez de puerro hubiese sido cualquier otra cosa uno no hubiesemos notado la diferencia: el suave sabor a puerro pasaba casi desapercibido.

El olor a carne y grasa tostada llega antes a la mesa que la gigantesca bandeja con el lechazo. Viene presentado en una cazuela de barro y aderezado con patatas. Las expectativas no fallan y aunque hemos tenido algún que otro problema para acabar con él (la cazuela parece no tener fondo) apenas hemos dejado un par de huesos.

Un par de cafés, un poco de fútbol y una buena siesta han puesto la guinda a la tarde. La experiencia en el restaurante Luis ha sido fantástica y el servicio, de los mejores que recuerdo. Si pasáis por Sahagún es una cita casi obligada, si además lo compartís con un amigo como Joan mucho mejor.

(foto: el lechazo asado ha sido el mejor homenaje gastronómico hasta la fecha)