viernes, 25 de junio de 2010

ETAPA 14. DE BURGOS A CONVENTO DE SAN ANTÓN

[…] Después de haber dejado a Lucía en Hontanas, un pueblo a unos 30 kilómetros de Burgos, he decidido continuar solo mi camino y el grupo con el que he estado andando durante casi una semana, ha quedado disuelto por completo. Me encuentro con ganas de seguir andando; mis rodillas están mejor después de haberse quejado durante el cruce de Los Montes de Oca y un par de rozaduras que tenía en el arco del pie han desaparecido como por arte de magia, ni una ampolla por el momento. […]


[…] Por primera vez en mucho tiempo, ando con el Sol de cara. La tarde va cayendo y atravieso una vez más interminables campos de trigo salpicados de rojas amapolas: andar por la tarde es una experiencia extraña después de llevar andando a primera hora del día durante casi tres semanas. Es raro cruzarse con algún peregrino e incluso al cruzarse con algún aldeano. Ha pasado más de una hora hasta que he visto un coche a lo lejos; he caminado solo y me he sentido como tal, pero podría haber andado con cien personas más y me hubiese sentido igual. No ha sido algo fortuito, sencillamente lo he escogido así.

A unos 6 kilómetros de Castrojeriz el camino se hace uno con la carretera y se anda a la sombra de dos largas hileras de álamos. Ensimismado por la música de mi reproductor y sin apenas prestarle la más mínima atención al trazado, he acabado bajo las ruinas del Convento de San Antón, del que apenas quedan las paredes principales, su elaborada portada con innumerables arquivoltas y dos arcos ojivales que se apoyan a ambos lados de la carretera.


Hubiesen sido sólo unas ruinas más del camino, si no fuera porque en ellas se encuentra uno de los albergues con más encanto del Camino. Después de dar una vuelta por el interior y tirar un par de fotos al curioso edificio, he continuado andando, hoy me he propuesto poner a prueba mis piernas. Sin embargo, cuando llevo algo más de 200 metros "algo" me ha dicho que vuelva y pase la noche allí. Después de dudar un momento he dado media vuelta y he marchado con paso firme hasta el monasterio. Todavía no lo sabía, pero aquella noche sería un hito en el Camino y haría que lo viese de una forma completamente diferente [...]

[…] Durante algo más de una hora, he estado hablando con Jose Manuel, el actual hospitalero del lugar. “Llevo mucho tiempo dedicado a esto. La llama del Camino ya no brilla en mi como lo hacía hace años pero sé que el Camino es mi lugar en la vida”. Jose Manuel es un hombre de mediana edad que lleva de en el Camino hasta casi que le alcanza su memoria que como muchos, quedó enamorado por su magia cuando lo anduvo por primera vez. “Ya hace mucho tiempo de eso”, continua. “Siempre quise saber como era el otro lado del Camino y así empezó todo”, se detiene un momento y después de sonreírme, prosigue: “no tienes mal inglés, eso ayuda mucho, deberías probarlo tú también”.

La conversación prosigue y los temas van surgiendo uno detrás de otro, siempre con el telón del Camino de Santiago de fondo. “Hoy es mi último día en este albergue, me voy a pasar una temporada al de Burgos y volveré para Septiembre. Hace mucho frío aquí y me gustaría pasar algún tiempo en la capital”. En ese mismo momento, llega Marcel, el nuevo hospitalero con una bandeja llena de comida para la cena que ha traído de Castrojeriz. [...]


[…] La cena ha sido memorable, Marcel nos ha deleitado con una sabrosísima pasta de macarrones con salchichas Frankfurt. Rosa junto al equipo coreano se han encargado de la ensalada mientras el resto fregaba los platos, ponía la mesa o simplemente hacía hambre mientras fumaba un cigarro sentados afuera. Yo por mi parte, famoso por mi habilidad con el abrelatas, he preparado una ensalada de frutas en almíbar para chuparse los dedos. […]

[…] Hemos estado hasta bien entrada la noche disfrutando de la guitarra con Jose Manuel y Rosa, una peregrina holandesa que canta como los ángeles; hemos hablado de todo un poco, hemos reído como hacía tiempo que no reía hemos creado una conexión a un nivel que no tengo palabras para explicar. Ha sido uno de esos momentos en los que simplemente estás bien contigo mismo, con los demás y con el mundo con el que te rodea: en armonía (esto me haría pensar mucho esa noche). Para acabar, Marcel ha tocado algunas canciones de Maldonado del Camino de Santiago, no puedo imaginar una mejor forma de irme a dormir que escuchando “Sé lo que busco yo”. […]

[…] Me he levantado a las 3 de la mañana después de que las mantas se me cayesen al suelo; hace un frío que nadie diría que estamos en Junio. He asomado tímidamente la cabeza fuera de la habitación y el cielo me ha regalado el momentos más bonito en mucho tiempo. He tenido que volver dentro para coger las gafas y poder contemplar esa nube de color azul que cubría el cielo. No cabía duda: la Vía Láctea cubría la mitad de la bóveda celeste entre millones de estrellas que brillaban como pequeñas luciérnagas.

(foto 1: campos de dorado trigo me acompañan durante gran parte del camino)
(foto 2: restos del antiguo Convento de San Antón)
(foto 3: preparando la cena al son de la guitarra)

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