[…] Hacia las 2 hemos llegado a Estella. La llegada es algo confusa, ya que aunque es una ciudad de extensión considerable, uno no la ve hasta que no está encima de ella. Se encuentra enclavada entre montañas llenas de pinos y algunos de los edificios románicos más vistosos que he visto hasta ahora. El río Ega la parte en dos, donde pescadores intentan atrapar preciadas truchas.
[…] Uno puede darse un buen baño en una piscina salobre de agua natural junto a las piscinas municipales. Según me cuenta un vecino al que he pedido indicaciones: “en agosto el agua está algo más caliente, y cuando el calor aprieta, no viene nada mal para refrescarse. Ahora no osaría meter un pie”. Fría de narices pero que bien sienta después de la marcha. Por el camino me he encontrado a Alex, un peregrino argentino que también había oído hablar de ellas.
[…] Esa misma noche he decido que un día de descanso en Estella no estaría nada mal, así que dicho y hecho. No tengo ningún tipo de prisa, y aunque parar un día implica que mucha de la gente con la que has andado hasta ahora te lleve una jornada de diferencia, bien merece la pena: disfrutar de la esencia de lo cotidiano, de los vecinos, de conocer el nombre del panadero y donde al entrar a la cafetería ya saben lo que vas a tomar y con un “lo de siempre”, basta […]
[…] Tres días más tarde y todavía continuo en Estella, este rinconcito navarro me ha cautivado con sus calles empedradas, su río, sus plazas, su comida, sus gentes, pero sobretodo con los buenos momentos que he pasado en el albergue municipal y sus anfitriones: Jordi, un peregrino de esos que hay pocos. Llego a Roma desde Santiago y volvió, caminando, claro. Su credencial cuelga enmarcada en uno de los bares de la ciudad. Ana, Alemana de apariencia pero argentina de corazón. Después de una lesión de tobillo, consiguió trabajo en el albergue hasta que se recuperase. Rafa, la voz de la sabiduría, va con el cachondeo y picardía como abanderado. Trabaja por las mañanas en el albergue y por la tarde en el museo del Camino de Santiago en la iglesia de Santa María de Jus. Paco, un poco cascarrabias según algunos, pasa las tardes haciendo maquetas de barcos, su gran afición. Y como no, el anfitrión de anfitriones, Luis quien hace nueve años se enamoró de la ciudad y de Marcela, su mujer y una jardinera sin parangón, y decidió quedarse aquí. Cocinero como pocos, hace unas paellas para chuparse los dedos.
Estella en un sitio que enamora e intuyo que no me costaría mucho convencerme de que me quedase algunos días más. Pero hay que continuar, todavía quedan muchas jornadas, mucho por ver en el camino y sobretodo mucha gente a la que conocer hasta Santiago de Compostela. No pienso ir más rápido ni me planteo en recuperar lo que muchos llaman “días perdidos”. ¿Cómo calificar como días perdidos a los mejores momentos que he tenido en mucho tiempo? Siempre llevaré un trocito de Estella guardado en mi corazón. Gracias
http://www.youtube.com/watch?v=azTzEqYJvSo
ResponderEliminarEsther y yo nos preguntamos...¿cuando nos presentaras a tus amigos? traetelos a hogueras!!!!!