domingo, 27 de junio de 2010

ETAPA 17. DE CARRIÓN DE LOS CONDES A LÉDIGOS


[…] Joan ha llegado algo más temprano de lo que había esperado, y antes de las 9 ya me estaba sonando el teléfono. Cinco minutos más tarde me encontraba con él en la plaza de Santa María, junto al albergue. Después de la charla de rigor sobre el viaje, el clima y el Camino, nos hemos puesto en marcha. Desgraciadamente, lo que iba a ser mi primer día como hospitalero, se ha quedado en un par de horas en las que no he podido más que asistir como oyente a los Salmos de Laudes y adecentar la cocina para los nuevos peregrinos, mi training tendrá que esperar algo más.

En la puerta me esperan las hermanas María Isabel y Amaya. Marlene, que está arriba limpiando los dormitorios, baja como un rayo cuando Amaya le informa de nuestra marcha. “Vamos Marlene, que se van los chicos”, anuncia mientras la otra hermana baja a toda prisa con el séquito de hospitaleras. La despedida ha sido muy emotiva aunque confusa por desconocer el protocolo para despedirse de una monja; para no variar he dado un fuerte abrazo (nunca falla), algo que después haría que mi abuela se echase las manos a la cabeza al contárselo por teléfono: a una monja se le besa la mano. “Ven a visitarnos al convento alguna vez, siempre serás bienvenido”, me dice María Isabel ya en la puerta. “Además, el nombramiento de Marlene es en agosto y nos encantaría que estuvieses”. A la salida hemos pasado por la panadería de la plaza y nos hemos aprovisionado con unos amarguillos, dulce típico de la zona a base de almendras poniendo acto seguido rumbo a Lédigos, a unos 23 Km […]

[…] Caminando por el pueblo (Lédigos), hemos llegado a un corral de ganado donde un grupo de unas 20 vacas esperan para ser ordeñadas. Una de ellas, marcada con el número 7777, a la que Juan, el propietario, llama cariñosamente “mi amiga” se acerca a nosotros hasta detenerse junto a la valla. “No les pongo nombres, las nombro por sus números. Todo está en las fichas del veterinario, aunque tengo que reconocer que a ésta le tengo cariño”. Juan lleva dedicándose al negocio de las vacas durante toda su vida a pesar de lo duro que resulta. “Cuando tienes vacas, no puedes tomarte días de vacaciones. No puedes decirles: hoy no produzcáis leche que quiero pasar unos días fuera. Hay que ordeñarlas un par de veces al día, por la mañana y al caer la tarde y además es recomendable hacerlo siempre a la misma hora”.


Mientras va hablando, hace pasar a la primera tanda de vacas a la zona de ordeñado, donde una a una conecta las bombas de succión a las ubres después de haberlas desinfectado con un líquido amarillento. “Hace tiempo que el método tradicional pasó a mejor vida. Con las bombas, no sólo podemos obtener la leche más rápido y en más cantidad (entre 40 y 50 litros por vaca y día) sino de forma mucho más limpia”. La leche pasa de las bombas por unos tubos de plástico hasta un filtro y después a una sala contigua donde la leche se mantiene a temperatura constante en un contenedor metálico.


Asun, la mujer de Juan, llega a ayudar a ordeñar la segunda tanda. Es una mujer bajita y con cara risueña a la que parece que no le ha sorprendido que estemos allí. “Vienen peregrinos constantemente. Si cobrásemos la entrada seríamos millonarios”, bromea. Sin embargo, cuando le preguntamos acerca del negocio, se pone algo más seria: “hace tiempo que eso de criar vacas no resulta rentable. Los precios de la carne y la leche cada vez se pagan peor y los que se llevan la tajada son los intermediarios. Es ridículo que se venda una leche de una calidad tan mala a los precios a los que se está vendiendo”, a lo que Juan añade: “Son las grandes empresas las que se llenan los bolsillos mientras que nosotros apenas llegamos a final de mes”.

Cuando finalmente hemos decidido marcharnos, Juan ha insistido en darnos una botella de leche para que probemos “la auténtica leche de vaca y no esas porquerías adulteradas de los supermercados”.


[…] De vuelta al albergue, cenamos con Daniela, la noche ha acabado de comenzar y el vino nos acompañará durante la mayor parte de ella.

(foto 1: la entrada a Lédigos nos da una de las mejores instantaneas de la etapa con la iglesia de fondo)
(foto 2: Juan le explica a Joan el proceso de extracción de la leche)
(foto 3: Al final de la noche, tomamos vino con Daniela hasta que nos echan del bar)

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