domingo, 13 de junio de 2010

UNA DE VIEIRAS, POR FAVOR


No, no estamos en un restaurante gallego en las escarpadas costas de Fisterra y ningún camarero va a aparecer de la nada con un plato de este suculento manjar. Seguramente todavía estemos a cientos de kilómetros de Santiago de Compostela deseosos de empezar nuestra primera etapa, ¿desalentador? Ni mucho menos. Mi padre siempre me dijo que al hacer un esfuerzo mirase hacia atrás, siempre viendo lo que había conseguido. ¿O era al revés? Ni una cosa ni otra ayuda en este caso, pero eso ahora, no viene a cuento, prosigamos.


En una época en la que el bordón está siendo substituido por modernos bastones plegables de titanio, las sandalias por sofisticadas zapatillas senderismo y la austera indumentaria de peregrino por modernos atuendos de tejidos ultraligeros, parece ser que la vieira es el único icono Jacobeo que está resistiendo el paso de los años.


Durante mucho siglos se creyó que los peregrinos, de vuelta a su tierra de origen, traían la simbólica concha como muestra de haber llegado a las costas gallegas, donde desde tiempos ancestrales se pesca el molusco. Hoy sabemos que no es así y que la iglesia, que quería tener control sobre la venta y ya de paso recibir un jugoso porcentaje, prohibió su distribución fuera de la ciudad de Santiago bajo excomunión. El retiro del veto comercial, tiempo después, hizo que su comercialización se extendiera por todos los caminos jacobeos, convirtiéndose en un símbolo no sólo para aquellos que volvían de Santiago sino para aquellos otros que empezaban su peregrinación.

En la actualidad es posible encontrarla en muchos de los pueblos que marcan los Caminos de la Ruta Jacobea y se ha convertido junto con la compostelana y la credencial en uno de los recuerdos favoritos; eso sí, sin riesgo de excomunión.

(foto: vieira clavada en un bordón)

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