sábado, 5 de junio de 2010

ETAPA 6. DE ESTELLA A LOS ARCOS


Después de cuatro días llevando chanclas, a uno le hace poca gracia volver a las botas. Por fin, dejo Estella atrás y me dispongo a partir hacia Los Arcos, siguiente parada en el camino a algo más de 20 Km. En el balcón, Marcela y Jordi se despiden mientras ponen a punto las habitaciones para los peregrinos de hoy. Me acabo de ir y ya los echo de menos pero algo me dice que volveré pronto. A la salida de Estella, me he llenado una bolsita de las cerezas más sabrosas que he probado en mucho tiempo. Entre Ana y yo hemos conseguido “desplumar” los árboles en un par de días.



[…] Cruzando Ayegui, se llega a Irache, donde se puede llenar la cantimplora de agua, y el estómago de vino. Las bodegas del pueblo, presumen de tener la única fuente de vino del Camino a Santiago y no son los pocos los peregrinos que hacen una parada para dar un trago (o más) en este curioso. El peregrino no podrá, sin embargo, mas que tomarlo “in situ”. Las normas de uso lo advierten en verso: “a beber sin abusar; te invitamos con agrado; para poderlo llevar; el vino ha de ser comprado”[…]



[…] Pablito, que no Pablo, es toda una institución en el Camino. No importa si es en Navarra, Burgos, La Rioja o León. Todos una u otra vez han oído hablar de este vecino del pueblo de Azqueta que ha pasado media vida ayudando al peregrino.

Ayer mismo pasó a hacernos una visita a Estella. “Me encanta venir por aquí y tomarme algo, sobretodo los días en los que hay mercado” le comentaba a Luis. Encontrármelo un día más tarde mientras bajaba de su casa (a apenas 20 metros del recorrido) a dar la bienvenida a los peregrinos, fue fruto de la casualidad.

Es un anciano con la mirada serena con larga barba y con unos grandes ojos azules que transmite una paz difícil de describir. Lleva una camiseta de PCWorld, que ironía, pienso. Hemos ido hasta su casa, a la que me ha invitado a entrar. Dentro, su mujer escucha la radio y prepara el desayuno por lo que nos hemos quedado en la entrada, donde un gran espejo que me recuerda a mi antigua casa cubre la pared frontal. “veo que tienes bordones de esos modernos que hay ahora. Hay muchos que pasan por aquí con ellos”, comenta refiriéndose a los bastones de senderismo.



Si algo ha hecho famoso a Pablito, ha sido el haberse convertido en un punto en el que cualquier peregrino que estuviese falto de bordón, podía (y puede) pasarse a recoger uno. Según él, ya ha repartido decenas de miles. En la parte de detrás de su casa guarda cientos de ellos, de castaño blanco o avellano como dicta la tradición. “Ya me quedan pocos. En breve tendré que ir al monte a por alguno más, pero ya estoy algo mayor. Cumpliré 77 pronto y aunque todavía puede cortarlos, un dolor en la cadera no me deja cargarlos”.

Nos hemos levantado y hemos ido a ver su pequeño taller. Un inmenso tractor, que según afirma, todavía utiliza, es lo primero que nos encontramos. Más allá, me enseña una lápida del s. XII con la cruz de la orden templaria de Malta en un lado y la cruz de Santiago en el otro. Sin embargo, es del árbol que se encuentra detrás de lo que más orgulloso está: tengo que darle la razón, tiene un parecido impresionante a un elefante.

Entre charla y charla, hemos llegado a su pequeño huerto donde me da algunas lecciones de botánica y muestra plantas curativas que algunos peregrinos le han traído desde sitios tan lejanos como Australia. Otras menos exóticas, pero mucho más deliciosas, como puerros y acelgas se disponen ordenadamente algo más allá. “Esta temporada tengo el huerto algo más vacío que de costumbre. Si puedo plantar y me apetece pues planto y si no, pues al año que viene”.

Antes de despedirme, le pido un trozo de madera como recuerdo. Llevo días buscando un colgante de vieira para el collar pero no he encontrado nada que me haya convencido lo más mínimo. Así que he pensado en hacerme una a mi medida con la madera de Pablito. “Para eso que me pides, lo mejor es la madera de boj, muy dura resistente y especialmente buena para el grabado”. Me he despedido muy cálidamente. Pablito es una de esas personas con las que merece pasar un rato de tanto en tanto para poder impregnarse de su alegría, sencillez y ganas de vivir.

A la llegada a los Arcos, he descubierto que el boj es casi tan dura como el acero. Me va a costar más sacar una vieira del chusco de madera que llegar a Santiago. Al final del día he subido una colina y desde lo alto de un amasijo de chatarra que alguna vez fue un coche, he visto atardecer en la última etapa Navarra.


(foto 1: el camino discurre entre campos sembrados de trigo)
(foto 2: fuente de vino de las bodegas de Irache)
(foto 3: pablito en el recibidor de su casa)
(foto 2: atardecer en las colinas de Los Arcos)

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